9 jul 2011

Cuidad la Ciudad (entropía)

Ciudad y demagogia han sido a lo largo de la historia dos ítems en constante fricción, en algunos casos complementándose logrando resultados sinceros y pertinentes, y en otros no tanto.

En esos casos, la ciudad es el equivalente a una bandeja considerada vacía (dis)puesta a ser rellenada para sumar prosélitos a costa de cualquier obstáculo que se anteponga.
Es un escenario del comensalismo que tiene al progreso como excusa, que necesita elaborar constantemente nuevas respuestas siempre ausentes de preguntas.
Es un aparato vicioso en el cual para su funcionamiento es menester mantener a sus habitantes deseosos y frenéticos, ávidos de imágenes y novedades que en realidad no satisfacen sus necesidades básicas, sino que por el contrario, acaba dejándolos en un estado ilusorio, de sopor intelectual, con las manos vacías.

Las operaciones sobre nuestra ciudad entonces son el remanente de una reflexión a la minuta. Son el resultado de un modelo de desarrollo impetuoso, súbito, lineal y no retroactivo, de política proyectual vertical y privada. Están basadas sobre decisiones preeminentes, pero idiopáticas, cercanas al anonimato. Es un juego de ajedrez imposible en el que todos están absueltos, sin embargo
alguien termina ganando la partida. La arquitectura deviene consecuentemente en la resaca de este cóctel funesto. Son las joyas que adornan a un cadáver.

Este menú analógico intenta desmantelar la verdadera ciudad del oligopolio proyectual, invita y apela a repensar el rol y la probidad (inclusive su existencia) de la tétrada que participa (o debiera hacerlo) en la toma de decisiones (universidad, gobierno, entes privados y la comunidad) y por último insiste en provocar la duda acerca del fin justificando a los medios, acaso siendo esta frase maquiavélica una justificación válida y suficiente para transfigurar la ciudad de todos.


Santiago Canén